El vibrante barrio de El Zapotillo, en Chiquimula, palpita de energía. Los niños corren descalzos a la tienda de la esquina, ansiosos por saborear unos helados. Las olas de calor alteran el aire entre la acera y las montañas lejanas, creando un espejismo resplandeciente. Suaves melodías de reggaetón impregnan las calles, escapando por las ventanas abiertas, mientras los tentadores aromas del almuerzo que salen de las cocinas atraen a las familias a sus hogares. Este es el mundo de Fabiola, su lugar preciado donde ha sido criada, y el lugar donde combate incansablemente las duras realidades de la inseguridad por el bien de su hijo.

Situada en la frontera entre Honduras y El Salvador, Chiquimula soporta el peso de la inseguridad exacerbada por la migración irregular. En marzo de 2022, el departamento se enfrentaba a la tercera tasa de homicidios más alta de Guatemala. En respuesta a esta situación, la Policía Nacional dirigió sus recursos hacia El Zapotillo, un área con mayores índices de violencia conocida localmente como una "zona roja". Aunque la policía quería ayudar a apaciguar los temores cotidianos que asediaban a sus residentes, paradójicamente, su presencia a menudo agudizaba la sensación de inseguridad en la comunidad, dando una percepción negativa de la policía y la sensación de intromisión.